Brainstorming post-peli que remueve…
¡Qué importante es el duelo! Y sobre todo, ¡qué complicado es darle acceso para pasarlo! En ocasiones he pensado, incluso me he convencido, de que estaba pasando por fin el duelo, que por primera vez (y segunda, y tercera…) era capaz de poner palabras a momentos del ayer que siguen presente en mi yo actual. Es complicado. Sin embargo, confieso, que aún no lo he finalizado. De hecho, ni sé si lo he sabido iniciar.
Empezaré por algo que me cuesta no solo ver, sino también sentir: soy una víctima. Víctima de maltrato por parte de un narcisista con el que he convivido desde que nací. Muchas, quizás, si esto llega a alguien, os podéis sentir identificadas por vuestras parejas o ex. Sin embargo, es fácil llegar a concluir, que ese maltratador no aparece de la nada, y que previamente ha convivido con otras mujeres en su vida. Mi hermano es un maltratador, aunque mi mente siga resistiéndose a ello. Mi cuerpo habla. Es más sabio que yo, y me dice que ese ser da asco. Pero asco real. Náuseas. Que no es una hipérbole, que no lo es. Que lo que es, es cierto, físico, casi tangible y no solo mental. Como real es lo que sentí y siento.
Supongo que él lo habrá olvidado o nunca lo verá-reconocerá, pero yo, aunque de forma un tanto extraña, recuerdo imágenes, secuencias del pánico vivido. Las luces reflejadas en mi puerta en noches de insomnio por miedo a que el asesino la atravesara. Las veces que me tapabas nariz y boca, impidiéndome respirar. La angustia de coger aire tan a lo desesperado, que hasta salía mucosidad de mi nariz. El cuchillo amenazante que acompañaba la ausencia de mamá cuando esta iba a por el segundo plato a la cocina. Las veces que me has pegado, incluso reconociéndome que lo hacías por mero disfrute, cuando yo me quedaba bajo tu “cuidado” mientras mamá hacía la compra. Tirada en el suelo. De hecho, esa es la imagen que recuerdo: el suelo horizontal como yo.
Secuencias de vida que me llevaron a desear crecer y marchar. Huir. Lejos, muy lejos. Aunque en un principio no sabía el porqué; sin embargo, desde pequeña mi cuerpo mostraba la necesidad de alejarme de ti. Y sí, me fui. Con la maleta cargada de culpa. ¿Cómo puedo pensar/sentir así si eres mi hermano? Lazos de sangre y los “deberías” que esos lazos entrarían en el pack (debería quererte, debería desear estar contigo, debería… pero no sale). Lazos de sangre que atan. Atan, amordazan, asfixian y no te permiten volar porque no puedes decidir. Lazos de sangre, así NO os quiero. Por encima de tus lazadas estoy yo, con mis ganas de SER. Por eso, lazo inútil, te rompo. Solo somos tú y yo. Y gracias a eso, la decisión estaba clara: Me quedo yo. Porque YO VOY SOLO CONMIGO.
Aprendizajes de vida. Decisiones incomprendidas, aunque valientes. “¿Cómo vas a hacer eso a tu hermano, tu único hermano”… “Se te están llenando de pájaros la cabeza”. ¡Benditos pájaros! Gracias a ellos me permito que mi pensamiento y sentir puedan volar. ¿Lo hago con miedo? Sí. ¿A qué? A perder mi anonimato y con ella la libertad del vuelo. No podría seguir enjaulanda en la vida. Así que, mis queridos pájaros, víctimas sin culpa, salid y volad lejos, id adonde queráis. Que nadie nunca más os corte las alas preciosas con las que sentir el aire de la vida al pasar. Pajarillos, respirad la vida, aunque una película os remueva porque os traiga, de vuelta, la injusticia del ayer y la del hoy y te haga llorar. ¿Qué tiene de malo? Respirad, pajaritos, sentid…